El señor Lince y el caso del Colegio sin libros
- ¡Esto es un desastre! ¡Una verdadera tragedia! -gritaba el Señor Conejo mientras se dirigía dando saltos velozmente hacia la casa del Señor Erizo, el Alcalde del Bosque. Iba tan deprisa que a punto estuvo de pisar sin darse cuenta a un pobre ciempiés que tomaba el sol despreocupado junto a un tronco de árbol seco.
- ¡Un robo, aquí, en el Bosque! ¡Y justo antes del día más importante del año! ¡Menuda catástrofe! -seguía diciendo sin dejar de dar saltos. Cuando por fin llegó a su destino se detuvo un breve instante para tomar aire y seguidamente llamó a la puerta de la casa del Alcalde con impaciencia. Mientras la puerta se abría, se podía oír una voz al otro lado que decía:
- Un momento, un momento, que ya abro.
Y sin dejar que la puerta se abriera por completo, el Señor Conejo entró con rapidez. Comenzó a mirar nervioso de un lado a otro mientras preguntaba:
- ¿He llegado tarde? ¿Ha empezado ya la reunión extraordinaria?
- No se preocupe, aún está a tiempo -dijo el Señor Oso mientras cerraba la puerta. Dígame su nombre para apuntarle en la lista de asistentes y le acompañaré a la sala de reuniones.
- Soy el Señor Conejo, para servirle.
- Muy bien, Señor Conejo, sígame, por favor”.
El Señor Oso comenzó a caminar y el Señor Conejo le siguió por la habitación dando pequeños saltos hasta llegar a una puerta grande de madera que el Señor Oso abrió dejando paso a su acompañante. La sala de reuniones estaba llena a rebosar. El Señor Conejo pudo ver allí a todos los habitantes del Bosque: la Señora Vaca con su hijo el Ternero, el Señor Águila, el Señor y Señora Jabalí con sus hijos los Jabatos, la Señora Serpiente, el Señor Zorro, la familia del Señor Ardilla, el Señor Ciervo con su esposa y su pequeña hija, incluso la Señora Tortuga, que sorprendentemente había llegado antes que el Señor Conejo.
Hablaban unos con otros acaloradamente y en todos ellos podían verse caras de preocupación. El Señor Conejo se acercó a la Señora Ardilla y le preguntó:
- Perdone, ¿sabe usted donde está el Señor Alcalde?
La Ardilla le contestó
- Yo acabo de llegar, pero el Señor Búho me ha dicho que el Señor Erizo lleva más de una hora reunido en su despacho con el Señor Lince intentando averiguar lo que ha pasado. Espero que lo hagan pronto.
- Sí, eso espero yo también. Añadió el Señor Conejo con cierto nerviosismo.
De pronto el murmullo general de la sala se fue apagando mientras se oían algunas voces expectantes que decían “Ya salen, ya salen” Al fondo de la sala podía verse una puerta que se abrió poco a poco y de la cual salieron el Alcalde Señor Erizo, acompañado por el Señor Lince. En ese momento todos los habitantes del Bosque empezaron a hacer preguntas a la vez, todos querían saber cuál era la situación sobre lo acontecido de manera tan inesperada en el tranquilo Bosque.
- Guarden silencio, queridos vecinos, si hablamos todos a la vez no podremos enterarnos de nada. Déjenme que les cuente el motivo de esta reunión extraordinaria.
Poco a poco las voces se fueron apagando hasta que la sala quedó completamente en silencio, momento que aprovechó el Señor Erizo para seguir hablando.
- Como todos sabéis, mañana es el primer día de Colegio después de las vacaciones. Y desgraciadamente un desafortunado incidente ha tenido lugar: alguien ha robado todos los libros, los cuadernos y los lápices de colores del almacén del Colegio.
De nuevo los presentes volvieron a murmurar y el Señor Conejo se atrevió a decir en alto:
- ¿Y ya saben quién es el culpable?
Todos se callaron de golpe y dirigieron su mirada al Señor Erizo, que permanecía de pie con gesto tranquilo.
- Aún no lo sabemos, querido amigo, pero por eso he querido llamar al Señor Lince, para que nos ayude a resolver este espantoso crimen. Y creo que vamos por el buen camino, ¿no es cierto, Señor Lince?
El Señor Lince se acercó al Señor Alcalde y dirigiéndose a los animales dijo:
- Así es, amigos. Lo primero que decidimos fue convocar esta reunión e invitar a todos los habitantes del Bosque para que vinieran. El Señor Oso acaba de entregarnos la lista de asistentes y podemos afirmar que han venido todos sin excepción, por lo que, sin lugar a dudas, el verdadero culpable está ahora mismo en esta sala.
Todos los animales guardaron silencio mientras se intercambiaban miradas de desconfianza. De pronto la Señora Serpiente dijo:
- ¿Y cómo sabremos quién de nosotros es el responsable de este robo?
El Señor Alcalde intervino diciendo
- Bueno, en realidad lo que queremos es pedir al culpable que confiese, y le prometemos que si lo hace ahora, no tomaremos ninguna represalia ni le impondremos ningún castigo a cambio de su arrepentimiento. Y bien, ¿hay alguien que quiera confesar?
Un silencio sepulcral invadió la sala. Nadie era capaz de decir nada, todos permanecían de pie y en silencio mientras se miraban unos a otros. Pasado un rato, el Señor Lince habló de nuevo.
- Como ya esperábamos, el culpable no ha querido revelarse ante nosotros. Por eso hemos tomado una dolorosa decisión y en vista de que no disponemos de libros ni de material para el Colegio, no nos queda más remedio que cerrar el Colegio… para siempre.
Esas palabras cayeron como un jarro de agua fría. Después de unos segundos de sorpresa, empezaron a oírse las quejas y los gritos en contra de la decisión.
- ¡Esto es una vergüenza! ¡No es justo!
El Señor Erizo hacía gestos con las manos para tranquilizarles mientras decía
- Cálmense, por favor, hablen de uno en uno. Todos podrán dar su opinión. Contadnos porqué es tan importante que el Colegio siga abierto y quizá reconsideremos la decisión.
Tardaron unos segundos en mantener la calma y de pronto un fuerte “¡Kikirikiiiiii!” sobresaltó a los animales. Algunos de ellos se apartaron dejando ver al Señor Gallo, que se abría paso entre la multitud hasta llegar donde se encontraba el Señor Erizo. Se sacudió las plumas y habló a sus vecinos.
- Con su permiso Señor Alcalde, cerrar el Colegio no sería bueno para nosotros. Allí podemos aprender muchas cosas imprescindibles. Si yo no hubiera ido al Colegio no hubiera aprendido a contar. Y si no supiera hacerlo, ¿cómo sabría a qué hora debo despertar a todo el Bosque al amanecer? Yo quiero que mis hijos los polluelos aprendan también para que algún día puedan hacer mi trabajo.
- Tiene toda la razón, pero no es suficiente motivo para mantener el Colegio abierto.
- Pero, Señor Alcalde, si no fuera por el Colegio yo no hubiera aprendido las estaciones y los meses del año. Y necesito saberlo para poder hibernar. ¿Se imagina que por error lo hago en pleno mes de Agosto? ¡Sería terrible!
- ¡Eso es cierto! -dijo en voz alta el Señor Castor. Yo aprendí en el Colegio a medir los troncos con los que hago las presas en el río. Si mi hijo no aprende como yo, no habrá presa y el agua inundará el Bosque.
- Eso es verdad. ¡Bien dicho!
El ambiente se iba animando por momentos y todos los animales daban un motivo por el cual el Colegio debería permanecer abierto, consiguiendo el apoyo de sus compañeros, que incluso aplaudían algunos comentarios.
- Yo aprendí a leer en el Colegio -dijo el Señor Búho- gracias a eso he podido pasar muchas noches leyendo cuentos y libros para entretenerme.
- ¡Claro! -comentó la Serpiente mientras se movía alegremente ondeando su cuerpo- El Colegio también sirve para enseñarte cosas divertidas como bailes y canciones
- ¡Sí! ¡Y en el Colegio hacemos amigos con los que luego poder jugar -dijeron alegremente los hijos del Señor Ardilla mientras reían siguiendo los movimientos de la Señora Serpiente.
El Señor Erizo y el Señor Lince prestaban mucha atención a lo que comentaban sus vecinos sin tiempo a poder intervenir, porque cada vez surgían más comentarios a favor del Colegio.
- En el Colegio te enseñan lo que es un Arco Iris, -gritó entusiasmado el Señor Topo.
- Yo aprendí cuál es el mejor lugar para pasar el invierno -añadió el Señor Pato.
- Y en el Colegio aprendemos los tipos de nubes, el nombre de las estrellas y porqué se forma la lluvia –argumentó el Señor Jabalí mientras su mujer asentía.
Durante más de una hora los habitantes del Bosque compartieron todas las cosas buenas que tiene el Colegio, tanto, que por un momento se olvidaron del motivo de la reunión y de que si no aparecían los libros no podrían volver. Sin embargo el Señor Erizo se encargó de devolverles a todos a la realidad cuando carraspeó y dijo en voz alta:
- Queridos amigos, sé que nadie quiere que el Colegio cierre para siempre, pero no nos olvidemos que siguen sin aparecer los objetos robados y por ello no podemos ser flexibles. Mañana el Colegio cerrará sus puertas indefinidamente.
La alegría que permanecía en la sala fue desapareciendo al igual que las sonrisas de los animales. Los más pequeños no podían evitar romper a llorar mientras sus padres les consolaban. El Señor Lince se acercó al Señor Erizo y le comentó algo al oído en voz baja. Después el Alcalde se dirigió a los animales diciendo:
- Bueno, ya no hay nada más que hacer aquí, ya está todo decidido. Mañana cerraremos el Colegio. Pueden volver a sus casas.
Los asistentes fueron hacia la puerta de salida cabizbajos y resignados cuando de pronto una voz apagada y somnolienta se atrevió a decir:
- Yo tengo algo que decir.
Todos se volvieron hacia la voz y vieron al Oso Perezoso que bostezaba y se frotaba los ojos.
- Verá, Señor Alcalde, mañana hubiera sido mi primer día de Colegio. Sin embargo no tenía muchas ganas de ir. Lo que yo realmente quería era quedarme en mi casa y dormir hasta que me despertara el hambre. Así que se me ocurrió esconder los libros y los cuadernos para que mañana nadie pudiera ir a estudiar y así yo podría dormir un poco más.
Todos los animales se sorprendieron tanto con la confesión que sin pensarlo dos veces se abalanzaron hacia el Perezoso furiosos mientras decían:
- ¡Sinvergüenza!, ¡caradura!, ¿cómo te atreves a hacer eso? ¡Eres un vago!
Con grandes reflejos, el Señor Lince dio un gran salto y se interpuso entre los animales y Perezoso mientras decía:
- ¡Un momento! El Oso Perezoso ha confesado y dijimos que no tomaríamos represalias contra el culpable y mantendremos nuestra palabra. Por qué te has arrepentido?
- Pues, es que después de escucharles a todos hablando tan bien del Colegio, me han entrado unas ganas enormes de ir allí y aprender como los demás, hacer amigos y pasarlo bien. Si me perdonan devolveré lo que he robado y me esforzaré para ser el Oso Perezoso más aplicado de todo el Bosque. Haré lo que pueda para enmendar mi error.
Todos estaban callados sin saber qué decir cuando el Señor Erizo se acercó y puso una mano en el hombro de Perezoso y añadió:
- Ya has hecho algo por nosotros sin saberlo. Después de este incidente todo el Bosque se ha dado cuenta de lo importante que es ir al Colegio y de lo mucho que puedes aprender y divertirte en él, ¿no es cierto, amigos?
Todos los animales asentían y algunos decían “Es verdad“, “El Alcalde tiene razón”.
- Entonces, caso resuelto, anunció contento el Señor Lince. Ahora ya pueden ir a casa a descansar porque mañana es un gran día para todos. ¡El Colegio nos espera!
La sala estalló en un grito de júbilo y todos aplaudían y reían. Algunos se acercaban a Perezoso con una sonrisa y le decían que mañana podrían jugar juntos en el Colegio y que esperaban verle allí todos los días. El Señor Erizo estrechó la mano del Señor Lince y todos salieron de la sala satisfechos, deseando que llegara el día siguiente lo antes posible para empezar el primer día de Colegio, que desde entonces fue mucho más importante para todos los habitantes del Bosque.
- ¡Un robo, aquí, en el Bosque! ¡Y justo antes del día más importante del año! ¡Menuda catástrofe! -seguía diciendo sin dejar de dar saltos. Cuando por fin llegó a su destino se detuvo un breve instante para tomar aire y seguidamente llamó a la puerta de la casa del Alcalde con impaciencia. Mientras la puerta se abría, se podía oír una voz al otro lado que decía:
- Un momento, un momento, que ya abro.
Y sin dejar que la puerta se abriera por completo, el Señor Conejo entró con rapidez. Comenzó a mirar nervioso de un lado a otro mientras preguntaba:
- ¿He llegado tarde? ¿Ha empezado ya la reunión extraordinaria?
- No se preocupe, aún está a tiempo -dijo el Señor Oso mientras cerraba la puerta. Dígame su nombre para apuntarle en la lista de asistentes y le acompañaré a la sala de reuniones.
- Soy el Señor Conejo, para servirle.
- Muy bien, Señor Conejo, sígame, por favor”.
El Señor Oso comenzó a caminar y el Señor Conejo le siguió por la habitación dando pequeños saltos hasta llegar a una puerta grande de madera que el Señor Oso abrió dejando paso a su acompañante. La sala de reuniones estaba llena a rebosar. El Señor Conejo pudo ver allí a todos los habitantes del Bosque: la Señora Vaca con su hijo el Ternero, el Señor Águila, el Señor y Señora Jabalí con sus hijos los Jabatos, la Señora Serpiente, el Señor Zorro, la familia del Señor Ardilla, el Señor Ciervo con su esposa y su pequeña hija, incluso la Señora Tortuga, que sorprendentemente había llegado antes que el Señor Conejo.
Hablaban unos con otros acaloradamente y en todos ellos podían verse caras de preocupación. El Señor Conejo se acercó a la Señora Ardilla y le preguntó:
- Perdone, ¿sabe usted donde está el Señor Alcalde?
La Ardilla le contestó
- Yo acabo de llegar, pero el Señor Búho me ha dicho que el Señor Erizo lleva más de una hora reunido en su despacho con el Señor Lince intentando averiguar lo que ha pasado. Espero que lo hagan pronto.
- Sí, eso espero yo también. Añadió el Señor Conejo con cierto nerviosismo.
De pronto el murmullo general de la sala se fue apagando mientras se oían algunas voces expectantes que decían “Ya salen, ya salen” Al fondo de la sala podía verse una puerta que se abrió poco a poco y de la cual salieron el Alcalde Señor Erizo, acompañado por el Señor Lince. En ese momento todos los habitantes del Bosque empezaron a hacer preguntas a la vez, todos querían saber cuál era la situación sobre lo acontecido de manera tan inesperada en el tranquilo Bosque.
- Guarden silencio, queridos vecinos, si hablamos todos a la vez no podremos enterarnos de nada. Déjenme que les cuente el motivo de esta reunión extraordinaria.
Poco a poco las voces se fueron apagando hasta que la sala quedó completamente en silencio, momento que aprovechó el Señor Erizo para seguir hablando.
- Como todos sabéis, mañana es el primer día de Colegio después de las vacaciones. Y desgraciadamente un desafortunado incidente ha tenido lugar: alguien ha robado todos los libros, los cuadernos y los lápices de colores del almacén del Colegio.
De nuevo los presentes volvieron a murmurar y el Señor Conejo se atrevió a decir en alto:
- ¿Y ya saben quién es el culpable?
Todos se callaron de golpe y dirigieron su mirada al Señor Erizo, que permanecía de pie con gesto tranquilo.
- Aún no lo sabemos, querido amigo, pero por eso he querido llamar al Señor Lince, para que nos ayude a resolver este espantoso crimen. Y creo que vamos por el buen camino, ¿no es cierto, Señor Lince?
El Señor Lince se acercó al Señor Alcalde y dirigiéndose a los animales dijo:
- Así es, amigos. Lo primero que decidimos fue convocar esta reunión e invitar a todos los habitantes del Bosque para que vinieran. El Señor Oso acaba de entregarnos la lista de asistentes y podemos afirmar que han venido todos sin excepción, por lo que, sin lugar a dudas, el verdadero culpable está ahora mismo en esta sala.
Todos los animales guardaron silencio mientras se intercambiaban miradas de desconfianza. De pronto la Señora Serpiente dijo:
- ¿Y cómo sabremos quién de nosotros es el responsable de este robo?
El Señor Alcalde intervino diciendo
- Bueno, en realidad lo que queremos es pedir al culpable que confiese, y le prometemos que si lo hace ahora, no tomaremos ninguna represalia ni le impondremos ningún castigo a cambio de su arrepentimiento. Y bien, ¿hay alguien que quiera confesar?
Un silencio sepulcral invadió la sala. Nadie era capaz de decir nada, todos permanecían de pie y en silencio mientras se miraban unos a otros. Pasado un rato, el Señor Lince habló de nuevo.
- Como ya esperábamos, el culpable no ha querido revelarse ante nosotros. Por eso hemos tomado una dolorosa decisión y en vista de que no disponemos de libros ni de material para el Colegio, no nos queda más remedio que cerrar el Colegio… para siempre.
Esas palabras cayeron como un jarro de agua fría. Después de unos segundos de sorpresa, empezaron a oírse las quejas y los gritos en contra de la decisión.
- ¡Esto es una vergüenza! ¡No es justo!
El Señor Erizo hacía gestos con las manos para tranquilizarles mientras decía
- Cálmense, por favor, hablen de uno en uno. Todos podrán dar su opinión. Contadnos porqué es tan importante que el Colegio siga abierto y quizá reconsideremos la decisión.
Tardaron unos segundos en mantener la calma y de pronto un fuerte “¡Kikirikiiiiii!” sobresaltó a los animales. Algunos de ellos se apartaron dejando ver al Señor Gallo, que se abría paso entre la multitud hasta llegar donde se encontraba el Señor Erizo. Se sacudió las plumas y habló a sus vecinos.
- Con su permiso Señor Alcalde, cerrar el Colegio no sería bueno para nosotros. Allí podemos aprender muchas cosas imprescindibles. Si yo no hubiera ido al Colegio no hubiera aprendido a contar. Y si no supiera hacerlo, ¿cómo sabría a qué hora debo despertar a todo el Bosque al amanecer? Yo quiero que mis hijos los polluelos aprendan también para que algún día puedan hacer mi trabajo.
- Tiene toda la razón, pero no es suficiente motivo para mantener el Colegio abierto.
- Pero, Señor Alcalde, si no fuera por el Colegio yo no hubiera aprendido las estaciones y los meses del año. Y necesito saberlo para poder hibernar. ¿Se imagina que por error lo hago en pleno mes de Agosto? ¡Sería terrible!
- ¡Eso es cierto! -dijo en voz alta el Señor Castor. Yo aprendí en el Colegio a medir los troncos con los que hago las presas en el río. Si mi hijo no aprende como yo, no habrá presa y el agua inundará el Bosque.
- Eso es verdad. ¡Bien dicho!
El ambiente se iba animando por momentos y todos los animales daban un motivo por el cual el Colegio debería permanecer abierto, consiguiendo el apoyo de sus compañeros, que incluso aplaudían algunos comentarios.
- Yo aprendí a leer en el Colegio -dijo el Señor Búho- gracias a eso he podido pasar muchas noches leyendo cuentos y libros para entretenerme.
- ¡Claro! -comentó la Serpiente mientras se movía alegremente ondeando su cuerpo- El Colegio también sirve para enseñarte cosas divertidas como bailes y canciones
- ¡Sí! ¡Y en el Colegio hacemos amigos con los que luego poder jugar -dijeron alegremente los hijos del Señor Ardilla mientras reían siguiendo los movimientos de la Señora Serpiente.
El Señor Erizo y el Señor Lince prestaban mucha atención a lo que comentaban sus vecinos sin tiempo a poder intervenir, porque cada vez surgían más comentarios a favor del Colegio.
- En el Colegio te enseñan lo que es un Arco Iris, -gritó entusiasmado el Señor Topo.
- Yo aprendí cuál es el mejor lugar para pasar el invierno -añadió el Señor Pato.
- Y en el Colegio aprendemos los tipos de nubes, el nombre de las estrellas y porqué se forma la lluvia –argumentó el Señor Jabalí mientras su mujer asentía.
Durante más de una hora los habitantes del Bosque compartieron todas las cosas buenas que tiene el Colegio, tanto, que por un momento se olvidaron del motivo de la reunión y de que si no aparecían los libros no podrían volver. Sin embargo el Señor Erizo se encargó de devolverles a todos a la realidad cuando carraspeó y dijo en voz alta:
- Queridos amigos, sé que nadie quiere que el Colegio cierre para siempre, pero no nos olvidemos que siguen sin aparecer los objetos robados y por ello no podemos ser flexibles. Mañana el Colegio cerrará sus puertas indefinidamente.
La alegría que permanecía en la sala fue desapareciendo al igual que las sonrisas de los animales. Los más pequeños no podían evitar romper a llorar mientras sus padres les consolaban. El Señor Lince se acercó al Señor Erizo y le comentó algo al oído en voz baja. Después el Alcalde se dirigió a los animales diciendo:
- Bueno, ya no hay nada más que hacer aquí, ya está todo decidido. Mañana cerraremos el Colegio. Pueden volver a sus casas.
Los asistentes fueron hacia la puerta de salida cabizbajos y resignados cuando de pronto una voz apagada y somnolienta se atrevió a decir:
- Yo tengo algo que decir.
Todos se volvieron hacia la voz y vieron al Oso Perezoso que bostezaba y se frotaba los ojos.
- Verá, Señor Alcalde, mañana hubiera sido mi primer día de Colegio. Sin embargo no tenía muchas ganas de ir. Lo que yo realmente quería era quedarme en mi casa y dormir hasta que me despertara el hambre. Así que se me ocurrió esconder los libros y los cuadernos para que mañana nadie pudiera ir a estudiar y así yo podría dormir un poco más.
Todos los animales se sorprendieron tanto con la confesión que sin pensarlo dos veces se abalanzaron hacia el Perezoso furiosos mientras decían:
- ¡Sinvergüenza!, ¡caradura!, ¿cómo te atreves a hacer eso? ¡Eres un vago!
Con grandes reflejos, el Señor Lince dio un gran salto y se interpuso entre los animales y Perezoso mientras decía:
- ¡Un momento! El Oso Perezoso ha confesado y dijimos que no tomaríamos represalias contra el culpable y mantendremos nuestra palabra. Por qué te has arrepentido?
- Pues, es que después de escucharles a todos hablando tan bien del Colegio, me han entrado unas ganas enormes de ir allí y aprender como los demás, hacer amigos y pasarlo bien. Si me perdonan devolveré lo que he robado y me esforzaré para ser el Oso Perezoso más aplicado de todo el Bosque. Haré lo que pueda para enmendar mi error.
Todos estaban callados sin saber qué decir cuando el Señor Erizo se acercó y puso una mano en el hombro de Perezoso y añadió:
- Ya has hecho algo por nosotros sin saberlo. Después de este incidente todo el Bosque se ha dado cuenta de lo importante que es ir al Colegio y de lo mucho que puedes aprender y divertirte en él, ¿no es cierto, amigos?
Todos los animales asentían y algunos decían “Es verdad“, “El Alcalde tiene razón”.
- Entonces, caso resuelto, anunció contento el Señor Lince. Ahora ya pueden ir a casa a descansar porque mañana es un gran día para todos. ¡El Colegio nos espera!
La sala estalló en un grito de júbilo y todos aplaudían y reían. Algunos se acercaban a Perezoso con una sonrisa y le decían que mañana podrían jugar juntos en el Colegio y que esperaban verle allí todos los días. El Señor Erizo estrechó la mano del Señor Lince y todos salieron de la sala satisfechos, deseando que llegara el día siguiente lo antes posible para empezar el primer día de Colegio, que desde entonces fue mucho más importante para todos los habitantes del Bosque.
Pedro Llamas Palacios